El señor Tábano era el nuevo responsable de la oficina de correos de la pradera. Le había costado mucho obtener aquel trabajo tan respetado viniendo desde otro jardín, y según él, lo había conseguido gracias a sus grandes dotes deductivas. Y aquel primer día de trabajo, en cuanto vio aparecer por la puerta a don escarabajo, la señora araña , la joven mantis y el saltamontes, ni siquiera les dejó abrir la boca:
- No me lo digan, no me lo digan. Seguro que puedo deducir cada uno de los objetos que han venido a buscar- dijo mientras ponía sobre le mostrador un libro, una colchoneta, una lima de uñas y unas gafas protectoras.
- La lima de uñas será para doña Araña, sin duda. De tanto arañar tendrá que arreglarse las uñas.
- La colchoneta, -prosiguió aún sin dejarles reaccionar, sin pensarlo se la entrego al señor saltamontes, pues debe entrenar sus saltos muy duramente para mantenerse en forma. Las gafas tienen que ser para el escarabajo, todo el día con la cara tan cerca del suelo obliga a protegerse los ojos. Seguiremos con este gran libro, que seguro es una Biblia; tendré que entregárselo a la joven mantis religiosa, a la que pido que me incluya en sus oraciones. Como verán...
No le dejaron concluir. Lo de la mantis, conocida en la pradera por haber renunciado a su apellido de religiosa, fue demasiado para todos, que estallaron a reír en carcajadas...
- Menudo detective está hecho usted - dijo el saltamontes entre risas. Para empezar, doña araña viene por el libro, ella es muy tranquila, y por supuesto que no araña a nadie. La colchoneta es para el señor escarabajo, que gusta de tumbarse al sol todos los días en su piscina, ¡y lo hace boca arriba!... nuestra coqueta la mantis, por suspuesto, quiere la lima de uñas, y al contrario que doña araña, no tiene nada de religiosa. Y las gafas protectoras son para mí, que como ya no veo muy bien me doy buenos golpes cuando salto por los montes...
- Ajá,- interrumpió el tábano, recuperándose un poco de la vergüenza; ¡luego usted sí salta montes!
- Yo sí -respondió el saltamontes, pero como verá, guiarse por sus prejuicios sobre la gente para hacer sus deducciones provoca más fallos que aciertos...
Cuánta razón tenía. Sólo unos días más tarde, tras conocer en persona a los insectos del lugar, el propio señor Tábano se reía bien fuerte cuando contaba aquella historia de sus deducciones, hechas a partir de sus prejuicios antes incluso de conocer a nadie. Y comprendió que juzgar algo sin conocerlo es cosa de necios.
7 comentarios:
La arañita se afanaba para huir del tábano, ¿No?
Bien tomada.
Besos
Hola Henar, bonita historia la del señor Tábano.
¿A quien tendrá enredado la araña?
Un beso
el lio de Abi
Es cierto, prejuzgar es una manía que muchas veces cometemos todos y siempre, sin duda, acaba uno lamentando la soberbia que supone ese acto de decir algo sin conocer las circunstancias de cada caso.
En cuanto a la foto... te tengo que dejar más la cámara jejejejeje. Te ha quedado fantástica. Un poco más de entrenamiento con ella y seguro que vamos a ver muy buenas fotos aquí.
Besos.
Bueno me ha ecantado el texto, y la fotografia es una preciosidad.
felicidades.
Un abrazo.
Una historia muy bonita.
Que cierto es que tenemos la manía, de juzgar sin pensar primero y cuantas veces nos equivocamos.
Un beso.
La fotografía es muy buena :-) y el cuento muy acorde con la imagen.
Un beso
No se a quien habrá enredado la araña pero lo ha hecho a conciencia. Me alegro que os haya gustado, un beso.
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