Me puse una piel roja en el cuello porque hacía mucho frío. Era un día especial, aunque había sido un año de batalla, tensiones y conflictos. Dejé el sufrimiento aparcado y me empeñé en disfrutar.
Estaba precioso. Lleno, amable, relajante, fotogénico. Me hice una foto dentro del bombón y me fijé en la elegancia que me rodeaba. El pueblo de La Alberca había sido elegido como el más luminoso de la Navidad; yo había votado por él y me sentí encantada de celebrar allí su triunfo tomando una de sus célebres tapas: la lolita preñada. Salud y a vivir.
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