Ahora ya no pinto tanto, pero he pintado bastante. De niña, muñecas con
vestidos y peinados exóticos, luego me dio por retratar a los deportistas en
momentos únicos, cantantes en torno a una hoguera y bailarines en discotecas
con multitud de pistas.
Pinté a mis hijos el día de su comunión y a los amigos en
las algarabías del pueblo.
Tuve una época abstracta de colores intensos y otra en la
que el color se quedó como desvaído.
Entonces busqué efectos nuevos para adaptarlos a esa era
tecnológica que atravesaba mi vida y descubrí un mundo aparte de paisajes
nevados, retratos de animales, máquinas increíbles y cumpleaños felices.